La información llega sobredimensionada y tergiversada, filtrada por el color del cristal de las gafas que llevamos sin saberlo, o sabiéndolo. Sólo si rompemos los vidrios (con el riesgo de cegarnos definitivamente) seremos capaces de ver la verdad. ¿Elegiremos el analgésico tinte o el riesgo de la aterradora oscuridad?
Malagueño desde que abrí los ojos, allá por mayo del 71, he procurado desde entonces que nada me los cierre. Tengo la suerte de trabajar como neurólogo en el hospital de mi tierra, donde trato de aliviar, en la medida en que la naturaleza y la ciencia me permiten, las dolencias de mis conciudadanos y de nuestros visitantes, cuando se encuentran en el trance vital de alguna enfermedad neurológica que amenaza su bienestar. Cuando la amenazada es la sociedad, por otro tipo de procesos mórbidos, cuento con mi opinión, podrá juzgarse si acertada o no, pero siempre sincera.
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